Carolina Cordero

Verdaderamente para mi no fue mi primera elección. Digamos que no fue algo vocacional.
Al terminar la carrera en la Universidad de Alcalá de Henares yo estaba un poco confundida con respecto a mis opciones profesionales. Fue mi amiga Alexandra Diaz, que hoy en día en una extraordinaria embrióloga, la que me informó sobre una formación en embriología en el Hospital Príncipe de Asturias y ahí comenzó todo. Hoy en día echo la vista atrás y creo que fue una excelente elección.

Lo más sorprendente y gratificante de nuestro trabajo es tener la capacidad de crear vida y verla evolucionar desde el principio. Simplemente me parece algo muy exclusivo y maravilloso a la vez.

No siempre es fácil separar los sentimientos de nuestra actividad profesional. Cuando los tratamientos son exitosos es muy fácil sentirte satisfecho. El problema viene cuando los tratamientos no terminan con un recién nacido vivo sano en casa. Yo veo la reproducción asistida como una carrera de fondo en la que sabes cuando empiezas, pero no cuando terminas.

Muchos pacientes necesitan varios tratamientos para conseguir su deseo reproductivo y es inevitable empatizar con ellos.

Recuerdo una pareja muy jovencita. Los dos tenían mucha ilusión por formar una familia y tenían muy claro su objetivo. Ella tuvo un cáncer y sus posibilidades de conseguir embarazo eran muy limitadas. Finalmente, tras varios tratamientos, pudimos ayudarles a tener a su hijo.

Lo que más me gusta y más disfruto es viajar y conocer sitios nuevos.